domingo, 22 de marzo de 2009

¿QUÉ HABRÁ SIDO DE LA MUJER LOBA?


Mis visiones son muy vagas, pues tenía como seis años. Diría el vulgo, recuerdo en blanco y negro. Pero sí, estoy seguro que esa fue la primera vez que presencié una función de lucha libre. Gimnasio Las Alamedas, unos 200 metros a espaldas de mi casa.

Lugar, gradas, mi papá, hermana y yo. Me acuerdo que la lucha estelar no fue la de las mujeres, como suele suceder aún, pero se me quedó grabado en la memoria, La Mujer Loba, una luchadora no sé si local. Mi hermana, cuatro años mayor que yo, recuerda esa función también, y dice que el traje de la luchadora era de peluche y que se veía de poca calidad, le creo. De lo que sí me acuerdo, es que a mi se me cayó el lonche de mortadela que mi papá me había comprado, jamás volvió a repetirse la escena, porque de ahí en adelante sólo me compró semillas.

Lo más curioso de todo, es que La Mujer Loba representó ese enlace que me unió a la lucha libre. Jamás la volví a ver, no la pusieron en otra función, no sé que habrá sido de ella, pero se me quedó grabada en la mente. Siempre he sido muy fantasioso, de niño lo era aún más, y noche a noche soñaba despierto con ella, queriéndola ver luchar. Tal vez fue ella mi primer ídolo, si fue así, me da gusto, porque representó en mi la misma alegría que Batman, Superman, El Hombre Araña o He-Man para un niño de seis años o menos, la diferencia es que era de carne y hueso, y sobre todo, nacional.

Mujer Loba, musa inspiradora de grandes vuelos sobre mi cama. Por aquellos años recuerdo haberme lanzado varios mortales hacía el frente desde un silla, simulando volar desde la tercera cuerda, siendo yo, Roberto Gutiérrez Frías, El Dandy, y mi oponente, un cojín largo recargado sobre una pila de almohadas, era Arturo Casco, La Fiera.

También llegué a encarnar a los clásicos, Santo, Blue Demon, Tinieblas, Huracán Ramírez, Mil Máscaras. No obstante di vida a dos de Los Hermanos Dimanita, Universo y Máscara Año 2000, Rayo de Jalisco, Octagón, Máscara Sagrada, Último Dragón, Love Machine, Perro Aguayo, Ulises Plus, Pierroth, en fin, una lista interminable de luchadores que veía por televisión.

Lo más apasionante de todo, es que cada domingo que iba al Palacio de los Deportes, hoy, Arena Coliseo, o a la Plaza de Toros Torreón, llegaba a mi casa con una máscara nueva, pero el tiempo de vida de la misma era muy breve, porque yo mismo me las rasgaba puestas, y ponía sobre mi frente Miguelito de Agua, o Salsa Catsup, para simular la sangre que tanto me apasionaba ver sobre el rostro de los gladiadores. Yo solo simulaba las huellas de mi propia batalla.

Los años siguieron, y la lucha se convirtió en el imán de mis atenciones, a la fecha sigue siendo. Sólo una cosa para cerrar esta historia de un hombre sin importancia. Gracias a La Mujer Loba por ser quien sembró en mí, la semilla de la pasión, me embrujó en el cuadrilátero de 6 por 6. Jamás volvía a saber de ella, si aún en vida está, mil gracias por haberme cautivado esa noche en el Gimnasio Las Alamedas. Si ha pasado a mejor vida, nos volveremos a encontrar.

Larga vida al Metal.
Larga vida al Pancracio Mexicano.

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