miércoles, 1 de abril de 2009


CONCIERTO PARA NUEVE EN SI BEMOL


El pedo fue familiar, el after, como hoy se le conoce, sin lugar a dudas una madrugada llena de cocaína imaginaria, de largos toques de mota que jamás existieron. Fue un buen viaje.


Ese viernes fue largo y pesado, el calor apremiante y una incertidumbre que agobió a los culpables de que Armando Palomas tocara aquel 27 de marzo de 2009 en el Rincón Cantina& Grill. El arribo a tierras laguneras se presentó, la cita, el estacionamiento de Soriana Hamburgo, en el municipio de Gómez Palacio. El primer contacto se dio, poniéndose de acuerdo para guiar al hotel Zafra a los músicos y proceder a su registro.


Una comida sana antecedió al toquín que prendió a los laguneros que acudieron esa noche a cantar rolas como, hasta el fondo del zaguán. Un Salads fue el lugar elegido para alimentar la tripa, platos descomunales de verduras y hojas frescas de lechuga, con un poco de carne para hacerlos más atractivos. Palomas pidió en dos ocasiones porción extra de carne, esa carne norteña que tan buena fama tiene.


Partimos de ahí mientras nos divertíamos con las ocurrencias de un hombre que no chocó, lo chocaron, la historia de su accidente, de cómo se alejó de las drogas, pero no del alcohol, cuando entró a un laboratorio y le dieron coca de la mejor, 100% pura, y un pasón que duró más 24 de horas. El camino nos llevó al Rincón Cantina, harían la prueba de sonido, pero el ingeniero llegó tarde, mismo que resultó ser un artista consumado, pero esta no es su historia. Después de hacer unas pruebas, un violín, dos guitarras, un bajo y par de voces, todo estuvo listo. Cabe mencionar que hubo alcohol, cervezas al tiempo para el maldito rocanrolero, para los demás presentes, unos whiskys, un caballito de tequila, agua mineral, cerveza.


LA MAGIA, APENAS COMENZABA


Después de afinar y arreglar el mundo de la acústica, la ida a Liverpool se dio. El artista no traía vestimenta qué usar para en la noche, así que ordenó a uno de los seudoempresarios a llevarlo a la tienda departamental, comprarse una bermuda de mil varos y una playera que a mi gusto, le quedaba perfecta en su abultado abdomen.


La verdad que no recuerdo a qué hora empezó el desmadre, pero ya era entrada la noche, la poesía de barrio nacía en cada instante, el público se entregaba a un Armando sobrio, de drogas, pero ebrio en vino tinto. Canciones que de pronto sólo algunos tarareaban, y otras en la que las gargantas parecían una misma, cantadas con el sentimiento que sólo Palomas puede transmitir.


Llegó la despedida, y el concierto se acabó. La gente, de a poco en poco comenzó la huida. Pero en un momento cualquiera nos vimos nueve personas, en un cuarto muy pequeño que olía a encerrado, el polvo calaba en la nariz, pero que al poco rato se convirtió en un antro de risas y anécdotas. Una canción que Armando Palomas, dijo era exclusiva para las nueve almas que estábamos presentes, una rola que escribió cuando estaba en el hospital, moribundo, cuando ya nadie daba nada por él.


Palomas también nos deleitó con su exquisita historia sobre Juan Pablo II, y es que el autor de Cholo Story, conocía y era capaz de tutear a su santidad, tan grande la experiencia, como el saber que Karol Wojtyla, fumaba mariguana, y ya bien avioando, hasta sabía cómo pasar la mota por las fronteras de los países. Como aquella mítica imagen donde besa suelo mexicano, que en realidad estaba recogiendo el churro que tiró, para que nadie se diera cuenta que andaba dándose sus “papatoques”, por lo que hizo la finta de besar el piso, pero en realidad se escondía entre las mejillas la mariguana.


Las horas transcurrían, la risa era más frecuente, pero al final, hay que decirlo, Palomas, junto a sus dos músicos, improvisaron y cantaron y se la pasaron huevos, olvidándose de su entorno, dejando a un lado a los presentes, experimentando únicamente los tres.


Tragos y tragos de vino tinto, mismo que contenía cenizas del cigarro de Felipe, que en su estado de ebriedad, no se dio cuenta que tiró las cenizas de su malboro en la botella de la cual, el artista bebía, que por cierto era un vino edición especial para el equipo Santos Laguna.


La noche fue mágica, fue agradable, un tanto inolvidable, por lo menos, una de las mejores madrugadas para dos fulanos que, un día, sentados alrededor de una mesa, soñaron en traer a un ex adicto a la cocaína para que alimentara al corazón de los laguneros, para que uno de esos fulanos escuchara Hasta el Fondo del Zaguán, con la única condición de que llegando a su casa tendría que hacer el amor con su mujer.


Una de las mejores madrugadas para dos fulanos que vieron perder algunos miles de pesos, pues no hubo ganancia económica tras el concierto, pero sí el recuerdo de una noche que valdrá millones.


El concierto para nueve en Sí Bemol, terminó cerca de las seis de la mañana. Una de las mejores madrugadas para dos fulanos y un metiche que no dejan de soñar, que creyeron una vez más, que las complicaciones que nos presenta el mundo, son una octava grave en Sí Bemol, o como dice la canción, una cuarta más abajo del ombligo.




Fotografías: Susana Barrera e internet.


Larga Vida al Metal.

Larga Vida al Maldito Rocanrolero.